12 septiembre 2006

¿Que tipo de teatro necesitamos?

No inicié este blog para hablar de mí mismo, pero en una entrevista publicada esta semana en El Faro Roberto Salomón me menciona. Y esa alusión no es accidental: soy autor de una obra "difícil". Toda persona involucrada con el teatro comprende la importancia de este debate. El tema en cuestión es: ¿Qué tipo de teatro necesita El Salvador en este momento?

No hay tantas respuestas a esta pregunta como podría suponerse. Todos los directores parecen inclinarse hacia la respuesta tan pragmática de Roby, que tiene una responsabilidad moral, diría yo, para llegar al mayor público posible, dado que no sólo es director de teatro, sino que también es el director de una sala de teatro.

"Estoy buscando", explicó, "un cierto tipo de teatro que sea bastante accesible, y me parece que tengo que equilibrar las cosas. Acabamos de hacer una obra terriblemente difícil, la obra de Jorge Ávalos, una obra trabajada a un nivel intelectual muy desarrollado. Hay cierto tipo de teatro que, para mí, hay que hacer en El Salvador, un teatro que es popular y que a la vez habla de valores que son importantes dentro de una sociedad".

Pero ese equilibrio entre un "teatro popular" que al mismo tiempo "habla de valores que son importantes dentro de una sociedad" no es tan fácil de determinar. Creer que siempre se sabe qué quiere el público podría forzarnos a tomar siempre un camino sin riesgos. Los riesgos estimulan la creatividad. Y estoy de acuerdo, necesitamos considerar y conocer el horizonte de expectativas del público, pero para desafiarlo continuamente.

El mejor ejemplo de esto, es precisamente la obra que se está presentando en el Teatro Poma actualmente. Cuando su autora la escribió, el teatro británico estaba estancado. "Sabor a miel", entre otras obras escritas por una generación joven e iracunda, representaban una nueva actitud y un riesgo estético y social. ¿Quién podría haber imaginado que era esto lo que el público quería?

La simple y llana verdad es que el público teatral es narcicista. No busca calidad ni profundidad ni populismo. No busca comedia ni tragedia ni melodrama. Busca un espejo. Un acto vivo y vívido que refleje con exactitud sus temores y sus deseos. Y mientras más clara y perspicaz es esa imagen, más popular será ese teatro. Esto significa que tenemos que afinar algo más que nuestro sentido de equilibrio. Para empezar, yo diría que nosotros los autores deberíamos afinar la agudeza de nuestra percepción social.

07 septiembre 2006

Naara, ángel exterminado

Cito a continuación un comentario crítico de Ricardo Lindo, originalmente publicado en El Faro.

Naara, ángel exterminado

Ricardo Lindo

Hará aproximadamente treinta años vimos a Naara Salomón haciendo el papel de la joven coja en El zoológico de cristal de Tenesee Williams. Era tan convincente que por esas fechas la vimos atravesar una calle del centro de San Salvador a mediodía, con semáforo en rojo, y los vehículos debieron esperarla mientras pasaba de amarillo a verde, hasta el siguiente rojo.

Muchos años más tarde, entrando en la edad pero lejos de la vejez, la vimos interpretando una anciana en La señorita de Tacna de Mario Vargas Llosa, y era tan convincente que hubo espectadores que bien la conocen y no la reconocieron, dándola por anciana verdadera.

Ahora, en Ángel de la Guarda del joven poeta salvadoreño Jorge Ávalos, el reto es mayor, pues recorre las edades. Debe pasar de una mujer madura y amargada a la infancia y adolescencia de sus evocaciones, y nuevamente, convence.

Hablando sin cesar y sin decaer nunca, pasando de un registro a otro con sutileza, Naara nos mantiene absortos a todo lo largo de la obra.

El monólogo de Ávalos es una narración poética, y el director, Roberto Salomón, lo declaró inmontable antes de montarlo.

Mesurado, Ávalos hace avanzar su poema dramático como una marea creciente. Las olas parecen repetirse, las espumas parecen iguales a las anteriores, pero no son las mismas. Los mismos párrafos se repiten alterándose y alternándose, y van avanzando hacia el drama, a saber, la violación corporal de la adolescente por su padre y la violación emocional de la misma por su madre.

Esta última entra en su cuarto en su ausencia (en presencia de su hija no lo hace jamás), y lee su diario íntimo, y no deja de hacerlo ni incluso cuando ve entrar a Angélica. Muy al contrario, le repite con sorna las palabras de seducción de su padre, como si la muchacha fuese culpable de ese dolido y ambivalente amor que a pesar de todo reconoce y escribe.

Pero la voz de Angélica la asume su ángel de la guarda, su creación y su alter-ego, luz que viene de sus cuatro años y que tras tan rudas experiencias se convierte en un demonio, y aquí la creativa puesta en escena nos va alumbrando en el camino.

La mujer amargada cuelga en un perchero el saco de su padre muerto, con las condecoraciones que ganara en la guerra, y con un cambio de vestuario ante el público se transforma en el ángel de la niña mientras unas proyecciones nos dicen una mujer desnuda que se difumina en blancos. Son transformaciones paralelas de un mismo personaje.

El ángel va sirviéndose de los habitantes de una casa de muñecas para narrarnos la historia. Cuatro muñecas nos dicen el crecimiento de Angélica.

En determinado momento pone al muñeco-padre en el bolsillo junto a la solapa del saco, y es la imagen del dictador asomado al balcón, bajo el cual penden las condecoraciones como estandartes.

Todo conduce inexorablemente a un ángel exterminador que es, bien vistas las cosas, el ángel exterminado, la pureza ultrajada.

Y todos los elementos combinan de manera admirable. Entrevistado por Giovani Galeas junto a la actriz, Ávalos repitió el elogio que hizo a los tres la pintora Negra Álvarez: “Ustedes son un banquito de tres patas”.

En anteriores montajes de Roberto Salomón le hemos reprochado que sus puestas en escena fuesen buenas como tales, pero deficientes en la conducción actoral. Siempre pusimos como excepción a su esposa Naara, su principal actriz. Roberto reconocía esos defectos, pero aducía falta de tiempo y de fondos. Esas deficiencias se vieron sin embargo superadas en su antepenúltimo montaje, La gata sobre el tejado ardiente. No tuvimos ocasión de ver el penúltimo, por eso lo obviamos. De todos modos, esta vez, con Ángel de la Guarda, estando tres talentos juntos cada cual en su sitio, no podía fallar.

02 septiembre 2006

Comentarios críticos sobre "Ángel de la Guarda"

He recibido todo tipo de comentarios sobre el montaje de Ángel de la Guarda. Reproduzco aquí algunos fragmentos, y si están disponibles, los enlaces a los sitios donde fueron publicados.

El primer comentario sobre la obra lo recibí del dramaturgo Carlos Velis:

He llegado del teatro, de ver tu monólogo. Me ha encantado. Has tratado un tema sórdido, con la candidez de un ángel.

Creo que has conseguido penetrar muy profundamente en la psicología del abusado -ojo, que digo "del abusado", porque allí puede caber cualquiera. Podría ser un hombre también-.

No hay duda que Naara y Roby han hecho un gran trabajo. Es un trabajo de puesta en escena muy fino que me sorprendió, no porque no crea capaz a Roby de hacer algo así, sino porque volví a ver al Roby que conocí hace ya muchísimos años, haciendo un teatro audaz, chingón, sin preocuparse por la taquilla. Además, creo que podría llevarse una sorpresa, porque es un trabajo tan bueno, que puede tener una buena respuesta del público.

Claro que es un texto difícil. Además de difícil para aprenderlo, también para asimilarse en concepto, ya que es muy intelectual, pero tiene la virtud de ser muy vivencial, o sea que lo conceptual va acompañado de imágenes poéticas muy profundas y sugerentes, que lo hacen sobrecogedor.

Carlos Velis

La siguiente nota apareció en El Diario de Hoy, y me sorprendió porque no es típico de ellos publicar comentarios directos sobre las obras:
“Ángel de la Guarda” puede describirse como una propuesta que tiene un alma angelical. Y no sólo lo digo por su nombre, y por su alusión al ser que es invocado en la clásica oración que se aprende en la infancia, sino por todo el aura altamente celestial que se dibuja de Angélica y su entorno. Y aunque el tema es espinoso, Jorge logra que el texto, basado en la experiencia periodística, cale de manera mesurada gracias a los versos musicalizados que son interpretados por la actriz.

Si bien hay una abundancia en el lenguaje poético, los versos no quiebran el hilo conductor, por el contrario ellos se encargan de conmover y guiar a los espectadores hasta el fin de la trama. Ahora, estos atributos del texto no serían igual sin el trabajo de Naara. Las diversas etapas de desarrollo de Angélica están bien marcadas. El perfil psicológico y emocional del personaje son vividos por la actriz. Sobresale también su dominio del teatro de objetos, ya que manipula todas las cosas como si se tratara de un juego.

El momento en donde revela el abuso de su padre es crucial. La actriz transmite la angustia y el dolor que Angélica vive cuando su propio padre se adueña de su cuerpo.

Angélica, angelical, por Morena Azucena
El Diario de Hoy
San Salvador, 28 de agosto de 2006

Esta es la nota que escribió Carlos Dada, uno de los intelectuales y periodistas más sensibles al teatro que yo conozco, una rareza:
Ángel de la Guarda no impacta por una desmedida emotividad, no apela al melodrama para movernos de la butaca. Hace todo lo contrario. Suaviza, matiza, nos habla al oído y nos mantiene inmóviles, nos cuenta uno de los grandes secretos de nuestra propia sociedad. Y nos lo cuenta de manera casi lúdica, sin espasmos. Y nos lo cuenta, también, en secreto…

Naara se mueve con una confianza que pasma. Aún en el estreno de una obra complicada, y con la incertidumbre de la recepción de un público acostumbrado a llenar el Poma para ver, casi siempre, comedia. El escenario es su casa, y sabe que todos lo sabemos.

Basta una muñeca para representar a la Angélica niña, bastan las manos de Naara para dar vida al trapo de padre, para sentarlo junto a la niña, para recrear el horror. No hay otra forma de enfrentar un incesto.

El aplauso final llega tarde. Nadie se mueve de sus asientos. Nadie quiere decir una sola palabra. Acaso ese silencio, que marca la distancia entre el final de la obra y el primer aplauso, es el mejor reconocimiento a esta puesta en escena. Un montaje muy valiente.

El Ángel de la Guarda, un montaje muy valiente por Carlos Dada
El Faro, 28 de agosto al 3 de septiembre, 2006-09-02

El siguiente comentario, de Ixquic, una abogada, es muy interesante porque no se enfoca en la obra como hecho teatral. En cambio, parte de la impresión que le dio la obra para reflexionar sobre el tema del incesto y el abuso de niños y niñas desde una clara perspectiva de derechos humanos.
Salí del teatro impresionada. Aunque la forma poética de las palabras era de buen gusto, la realidad que relatan sobrecoge a cualquiera. Naara me atrapó –como ángel, como muñeca, como Angélica (la niña abusada).

Escuché tantas frases, el Ángel cuenta la historia de Angélica y asegura que la niña en el juego es mas real y definitiva.

¡Claro! Es que los niños cuentan tantas cosas a través de esparcimiento. Por eso muchos psicólogos hacen uso de eso para analizar traumas y abusos.

La obra relata la historia de una niña que crece en medio del abuso de su padre y que se mira al espejo buscando las culpas en ella: tu cuerpo tan indigno e infiel! Se decía a si misma. Y el Ángel repite un par de veces: lo más terrible es soportable y lo eterno se agota en el instante menos esperado. Y claro que es así. Esas cosas te estremecen así.

Ixquic