06 enero 2007

Las artes durante el 2006

Quería dejar consignado que un par de artículos fueron publicados en El Faro sobre las artes en El Salvador durante el 2006, escritos por Ruth Grégori y Rosarlin Hernández. Fui entrevistado y mis opiniones sobre algunos temas aparecen allí. Siempre me sorprende notar lo que no se incluye de lo que dije durante la entrevista, pero esos puntos los tocaré más adelante. De cualquier manera, se trata de una apreciación más reflexiva que la que se dio en otros medios.

La resonancia limitada del artes en El Salvador habla de las “bellas artes”: el teatro, la música, la danza, la literatura, etc. Sé que Ricardo Lindo habló muy bien de mi obra de teatro Ángel de la guarda, la cual recibió críticas muy elogiosas en todos los medios, incluyendo dos en El Faro, pero la única opinión que se cita sobre el teatro durante el 2006 proviene de Héctor Ismael Sermeño, el director de Patrimonio Cultural de Concultura, quien dijo que “los montajes han sido deleznables, en todos los teatros”. Yo también he dicho que el teatro producido en El Salvador fue muy pobre el año pasado, pero el comentario de Sermeño es demasiado general y despectivo para ser tomado en serio, porque aun los malos montajes nos dicen qué es lo que les preocupa a los artistas en un momento dado (por otras opiniones mías en este campo, léase La muestra nacional de teatro 2006.) Uno debe valorar las cosas con perspectiva. He aquí lo que dije sobre ciertas deficiencias:

Ávalos reconoce que hay actores y bailarines en los que se ha dado un crecimiento individual pero que es difícil que en un montaje coincida un elenco del mismo nivel profesional. “Siempre hay ese tipo de problemas de ajuste entre los elementos que constituyen una producción escénica. A veces sin embargo esos problemas de ajuste no existen. A veces se da una obra que resueltamente se siente profesional, se siente su nivel de calidad, entonces, cuando eso sucede, el público aparece, el público llena”.
En el 2006, esas obras sin “problemas de ajuste” fueron Ángel de la guarda y la reposición de Baby boom en el paraíso, dos monólogos montados por Roberto Salomón. Sabor a miel, también de este director, fue una obra valiosa en muchos sentidos. Aunque la versión de Popol Vuh montada por Fernando Umaña desapareció sin pena ni gloria, y su montaje de Petición de mano sufre por utilizar un texto muy pobre de Chéjov, nunca deja de ser interesante su sentido de búsqueda y su elección por el juego escénico. Pero en fin, tres obras buenas son bastante en un país tan pequeño como el nuestro.

He aquí la discusión sobre “la distancia entre el público y el escenario”:

El divorcio entre el público y las propuestas artísticas tiene a la base factores como un lenguaje especializado, una población que no cuenta con la formación necesaria para apreciar las artes y una ruptura generacional de artistas.

Roberto Galicia opina que “hay que hacer esfuerzos para crear nuevas audiencias. Nos hemos conformado con hablar entre nosotros mismos y a que ese lenguaje con el que nos entendemos no sea comprensible para los demás”.

Héctor Sermeño identifica como un factor determinante la necesidad de que el sistema educativo contemple la enseñanza de las artes pero además que “los artistas se responsabilicen en difundir su trabajo”.

Para Jorge Ávalos esta condición de divorcio es natural en el marco de la transición social que ha tenido el país en los últimos años. “Hay muchos artistas jóvenes que todavía están adaptándose a cambios muy drásticos de la realidad salvadoreña, y las artes son influidas por esos cambios. En la época de la guerra realmente se perdió muchísimo. Las redes sociales de los artistas se cercenaron, volver a reconstruir esas redes sociales y tener una comunidad de artistas donde se confíen completamente los unos con los otros, eso no es tan fácil”.

En otro artículo, La pirámide de fiesta y el centro del olvido, es inexplicable la falta de una opinión de Sermeño en cuanto al problema del Centro Histórico y el deterioro irreversible del patrimonio cultural histórico y urbano. Mi opinión al respecto, citada en el artículo:

Para el escritor y critico de arte Jorge Ávalos es una gran tristeza lo que está pasando al patrimonio histórico del centro de San Salvador.

“Todas las leyes están acompañadas de dos tipos de acciones: una para castigar lo negativo y una para apoyar lo positivo, entonces la ley de patrimonio no tiene ese aspecto positivo. No hay incentivos para que la gente invierta en comprar esas propiedades, en restaurarlas, protegerlas, conservarlas. Estamos ante una situación en la que Concultura, por inacción, está coadyuvando a la destrucción del patrimonio histórico del centro de la ciudad”.

1 comentarios:

ixquic* dijo...

Hay demasiadas cosas acá que valdría la pena analizar (me me limitaré). Estoy de acuerdo que la apreciación de elfaro.net es mejor que otros medios.

Me gustó esa idea sobre la distancia entre el público y el escenario -lenguaje especializado, ausencia de formación artística del público, y la ruptura de las redes sociales de los aritistas- porque allí hay claras responsabilidades y caminos trazados para lograr el acercamiento. Sólo se necesutaría voluntad de llevarlas a cabo.

En las dos primeras hay responsabilidades (y puede ver la ley de educación) del MINED/Concultura (complementando con los artistas).

Lo segundo es responsabilidad de los artistas, de que se asuman como lo que son "actores sociales" que trabajan, inciden, difunden (etc.)en la cultura.

Ojalá que los escenarios burocráticos actuales les muevan el tapete.